El arzobispo de Tarragona, monseñor Jaume Pujol Balcells, recuerda en su carta pastoral a los misioneros y su generosidad de dejarlo todo por fidelidad a Dios, y reflexiona sobre el lema del DOMUND Sal de tu tierra. “Leemos en el Génesis que Dios le dijo a Abraham: «Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que yo te indicaré». Y el patriarca salió, aunque no sabía a dónde iba; sólo sabía que era la voluntad de Dios.
Lo mismo ha sucedido con los misioneros. Un día sintieron la llamada divina a entregarse a los demás lejos de sus casas, y se fueron, no por desapego a su patria y a sus familias, sino por fidelidad a lo que Dios les pedía, y ya desde entonces comenzaron a amar a quienes aún no conocían, cuyo idioma si era el caso aprenderían, cuyas costumbres adoptarían... hasta hacerse uno de ellos.
Este fue el caso de Mn. Josep Cabayol, por poner un ejemplo de un misionero de nuestras tierras, del que se presentó recientemente una biografía. Salió de la Riera de Gaià, de su familia, de aquellas calles y plazas en las que había jugado, como la de la iglesia, con aquel platanero gigante, inconfundible. Y marchó a Ruanda, luego al Congo, y otra vez a Ruanda, mientras le permitían sus fuerzas, identificándose con aquellos pueblos africanos, sin acobardarse por peligros reales vividos a veces con un protagonismo no querido.
Ahí está el caso de Isabel Solà, la monja barcelonesa asesinada este año en Haití, donde fue a misiones después de unos años en Guinea Ecuatorial. Vivió con sus pobres habitantes el terrible terremoto y dedicó desde entonces su tiempo a atender a los muchos amputados fabricándoles prótesis para que pudieran andar.
En Tarragona hemos celebrado un encuentro misional de las diócesis de toda España, en coincidencia con los 90 años del establecimiento del DOMUND. «Sal de tu tierra» es el lema de este año, y de la fiesta que hoy celebramos. Enlaza con el deseo del Papa Francisco, tantas veces expresado: su deseo de una Iglesia en salida, que no se encierre en sí misma y en las rutinas, sino volcada hacia los demás, hacia las periferias existenciales de la geografía y de la vida.
Pensemos –como nos ha recordado D. Anastasio Gil, director nacional de las Obras Misionales Pontificias en España–, que el Evangelio aún no ha llegado al 70 por ciento de la humanidad. La Iglesia, por mandato de Jesucristo, está llamada a anunciarles este mensaje de salvación y a hacerlo con palabras y con obras, con el ejemplo del amor fraterno que inspira la doctrina más sublime, porque es divina”.