Ayer jueves tuvo lugar la cuarta jornada del seminario Laicos y misión, que se está desarrollando esta semana en Roma. Con el impulso de las Obras Misionales Pontificias, un grupo de teólogos, misionólogos y directores diocesanos de OMP reflexionan sobre esta realidad actual de la misión a través de intervenciones y, sobre todo, de un intenso diálogo.
Comenzó la jornada con la conferencia del profesor Eloy Bueno, de España, sobre la Identidad misionera del laico llamado a la misión ad gentes, en la que profundizó en la dimensión misionera del bautizado y el deber del laico en el anuncio explícito del Evangelio. Un deber que en algunos casos va unido a una vocación específica como misioneros ad gentes. El diálogo posterior entre los participantes en el seminario se centró en esta identidad misionera del laico, verdadero núcleo y eje de toda reflexión sobre los laicos y la misión.
Ya por la tarde, como está siendo habitual en estos días, tuvieron lugar dos comunicaciones de los participantes. La primera, a cargo del profesor uruguayo Fernando Ordóñez, versó sobre La familia y la educación, ámbitos de la misión ad gentes, como los dos principales ámbitos en los que el laico puede y debe hacer el primer anuncio del Evangelio. La segunda comunicación, de Erika Sally Aldunate, de Bolivia, tuvo como título La comunidad cristiana, ámbito y agente eclesial de evangelización. Una comunicación que dividió, en tres apartados - sensus fidei, sensus fidelium, consensus fidelium – que reflejaban el carácter evangelizador de la comunidad, donde cada ministerio tiene su propia singularidad.
Siguiendo la metodología asumida por el seminario desde el comienzo, al culminar cada una de las presentaciones se ha generado un diálogo que ha facilitado el intercambio de conceptos y experiencias que permiten, poco a poco, identificar las ideas claves y las intuiciones inspiradoras. Todo ello desembocará en propuestas realizables en el ámbito y espíritu de las Obras Misionales Pontificias.
El riesgo de la «auto referencialidad» eclesial sigue siendo una tensión que puede opacar el verdadero horizonte de la misión, donde el diálogo Iglesia – Mundo es uno de los elementos que de manera permanente configura la identidad evangelizadora del Pueblo de Dios.
Se ha constatado la profunda fragmentación social y cultural que lleva a que, en nombre de una aparente tolerancia, solo haya lugar para las «verdades individuales», además de llevar a una débil relación familiar. Otros interrogantes tratados fueron la «descolonización» de la misión y la «profesionalización» de los laicos misioneros.