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Miércoles, 24 febrero 2016 13:55

Monseñor Julián Ruiz cumple cinco años como obispo: «He aprendido a valorar el tiempo para poder compartirlo por duplicado»

El sábado, 5 de marzo, se celebrará el quinto aniversario de la ordenación episcopal de monseñor Julián Ruiz Martorell como Obispo de Huesca.

Es natural de Cuenca, donde nació el 19 de enero de 1957, aunque desde niño vivió en Zaragoza. Realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Metropolitano de Zaragoza, siendo alumno del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA). Fue ordenado sacerdote en Zaragoza, el 24 de octubre de 1981. Durante los años 1983-1988, en Roma obtuvo la Licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana y la Licenciatura en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico.

A continuación se pueden leer la entrevista que, con motivo de su quinto aniversario como obispo oscense, ha concedido a la hoja parroquial, Pueblo de Dios.

P.- Un obispo es...
R.- Un sacerdote enamorado de Jesucristo y servidor de la Iglesia, elegido para caminar delante del pueblo para orientar, junto al pueblo para compartir y detrás del pueblo para animar el paso de los más vulnerables.

P.- «Para que tengan vida» (Jn 10,10) fue el lema que eligió en su ordenación episcopal. ¿Por qué? y ¿cómo lo aplica?
R.- Lo elegí porque siempre he sentido una atracción especial por el evangelio de san Juan. De hecho, fue la primera asignatura que impartí como profesor al regresar de mis estudios en Roma. Me identifico como oyente de estas palabras de Jesús en las que se presenta como enviado para dar vida, y vida abundante. Deseo hacer llegar este mensaje, pues es el mismo Jesús quien lo proclama. Y hago mías estas palabras para entregarme cada día.
Lo aplico intentando promover respeto por la vida, por toda vida, desde el primer instante de su concepción hasta su ocaso natural. Y alentando la vida de quienes viven en condiciones de necesidad, sufrimiento, preocupación, agobio y desánimo. El Señor nos invita a acercarnos a Él para encontrar sentido y orientación.

P.- ¿Cómo es ser obispo de dos diócesis al mismo tiempo?
R.- Simultáneamente difícil y apasionante. Difícil porque Huesca y Jaca tienen una vida pastoral intensa que es preciso acompañar, con sus características y peculiaridades, incluso geográficas. Apasionante porque hay muchas personas que viven en clave cristiana con el deseo de ser evangelizadores con Espíritu y testigos misioneros.
Difícil porque son muchos los retos que tenemos por delante. Apasionante, porque la fuerza del Espíritu nos alienta para trabajar con todas las fuerzas.

P.- ¿Qué balance hace de estos 5 años como obispo de Huesca? ¿Qué metas ha alcanzado, cuáles están por lograr...?
R.- El primer elemento del balance es la gratitud. El profundo agradecimiento a Dios que me ha elegido y al Papa Benedicto XVI que me envió para servir a las dos diócesis. Y reconocimiento sincero y profunda acción de gracias a todos los colaboradores, desde los más inmediatos, que desempeñan una responsabilidad más determinante, hasta todos los demás, en su peculiar vocación y misión: sacerdotes, consagrados, seglares.
La meta todavía está por alcanzar, pues Dios quiere hacer llegar su salvación a todos y hay muchas personas que todavía no han oído hablar de Jesucristo o han olvidado su voz.
La meta más inmediata es vivir en plenitud el Año Extraordinario de la Misericordia como experiencia de gracia y perdón, regalo vital y renovador. El segundo objetivo es culminar la confección del nuevo Plan Diocesano de Pastoral. El tercero es proseguir con la visita pastoral, este año en la Diócesis de Jaca. El cuarto consiste en seguir trabajando en sintonía con las demás diócesis aragonesas al servicio de la misión.

P.- ¿Personalmente qué le ha aportado esta experiencia? ¿Qué ha aprendido en estos años oscenses?
R.- Me ha aportado una mayor cercanía a muchas personas. Me ha permitido conocer con mayor proximidad no solamente nuevos paisajes, sino, especialmente, nuevos rostros: sacerdotes entregados y serviciales, consagrados que han ofrecido toda su vida desde la alegría del evangelio, seglares que no escatiman esfuerzos y dedicación. El Señor me ha concedido el regalo de ordenar sacerdotes a un grupo de jóvenes decididos a entregarse totalmente.
He aprendido a valorar el tiempo para poder compartirlo por duplicado. He aprendido que tan importante como alcanzar la meta es hacer el recorrido conjuntamente.

P.- ¿Qué asuntos, áreas o líneas pastorales tiene previsto trabajar o fortalecer mientras sea obispo de esta diócesis?
R.- Es preciso intensificar la oración y el trabajo en el ámbito vocacional, en la pastoral juvenil, en la revitalización de nuestra dimensión misionera. Necesitamos reflexionar sobre la situación de nuestras comunidades parroquiales, caracterizadas por el envejecimiento y la despoblación, especialmente en el ámbito rural, para organizarnos de un modo más eficiente y evangelizador. Hemos de estar atentos al magisterio del Papa Francisco y a su llamada para contemplar y vivir el Evangelio en su sencillez y hondura. No podemos descuidar la valoración y el mantenimiento del patrimonio cultural.

P.- ¿Qué le sugieren estas palabras...?
R.- Misericordia... el centro del evangelio y la viga maestra de la Iglesia.

Jóvenes... el presente que nos interpela y el futuro que ellos están construyendo.

Enfermos... el rostro sufriente de Jesucristo.

Migrantes... hermanos que nos necesitan y a los que necesitamos.

Ancianos... la raíz, la experiencia y la sabiduría. También el dolor y la soledad.

Vocaciones... un regalo y una tarea, una gracia y un compromiso.

(Diócessi de Huesca)