El superior general de los Agustinos de la Asunción, padre Benoît Griére, escribe a sus hermanos de congregación y amigos para que no olviden a sus tres hermanos secuestrados y con el propósito de mantener viva la esperanza. Los tres misioneros agustinos de la Asunción fueron secuestrados la noche del viernes 19 de octubre de 2012, en la parroquia Notre Dame des Pauvres de Mbau, en la República Democrática del Congo. Se trata de los padres Jean-Pierre Ndulani, superior, Anselme Kakule Wasukundi, párroco, y Edmond Kisughu, coadjutor.
«Hace cinco años ya que nuestros tres hermanos, Jean-Pierre, Edmond y Anselme, fueron capturados por una banda armada», escribe el superior de los Agustinos de la Asunción. «Desde entonces, aguardamos en la esperanza y la oración. No tenemos, por desgracia, ninguna noticia fiable; nuestra espera se prolonga en la incertidumbre más absoluta. Escribo esta carta con el único propósito de mantener viva nuestra esperanza. Un cristiano no puede resignarse a dejar que triunfen el silencio y la muerte. Nuestro Dios es el Dios de la vida.
A las angustiadas familias de nuestros hermanos les reitero mi solicitud más fraterna. Para ellas, la desaparición es una tragedia que reviven día tras día. La falta de toda información y la negligencia de las autoridades civiles suscitan amargura y tristeza. Quiero también expresar mi afecto a los religiosos de la provincia de África, en particular a los Asuncionistas, a las Oblatas, a las Orantes y a todos los consagrados de la diócesis de Butembo-Beni. Estáis expuestos a la violencia y los ultrajes. Pienso en primer lugar en nuestro hermano Vincent Machozi, que fue masacrado bajo la mirada de su madre. Tampoco me olvido de los dos sacerdotes diocesanos que llevan ya más de 100 días secuestrados. Pido igualmente por las gentes del Kivu Norte, constantemente expuestas a los atropellos de las tropas armadas que rondan por la región. Los Asuncionistas se solidarizan con esa población, que tan alto tributo está pagando a la violencia y al mal.
Invito a todos a redoblar nuestros esfuerzos en favor de la paz y la reconciliación. Esto, obviamente, implica un gran impulso de oración. Pero también es necesario trabajar por la unidad, como nos pide el 33 Capítulo General. Somos "hombres de unidad en un mundo dividido". Desearía que los comités y comisiones de Justicia y Paz de las parroquias, de las Provincias y de los movimientos de Acción Católica en los que colaboramos hagan suyo este tema de la unidad. Nosotros podemos contribuir a la llegada de un mundo nuevo construido sobre el respeto y la dignidad de las personas. Nuestra pequeña familia, con presencia en más de 30 países, debe poder sensibilizar a la opinión pública acerca de esta causa de la paz en el Congo, y suscitar el interés de los medios de comunicación por la situación que padece la población del Congo (RDC) desde hace ya tantos años».