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Jueves, 11 mayo 2017 10:41

Ucrania en Tras las Huellas del Nazareno: la única ayuda desinteresada es la de la Iglesia

Tras las Huellas del Nazareno, de la Fundación EUK Mamie, vuelve su mirada hacia Ucrania, otro de los muchos puntos donde la tensión y la violencia azotan nuestro planeta.

Vasyl Boyko es un sacerdote ucraniano que atiende espiritualmente a la comunidad ucraniana católica en Valencia. Boyko explica el sufrimiento del pueblo ucraniano, que se siente abandonado por todos, menos por la Iglesia.

La guerra y la indigencia han obligado a miles de ucranianos a salir de su país buscando un futuro y una esperanza en Europa. La Iglesia española ha procurado salir al paso de sus necesidades: en lo material, gracias a la impagable labor de Caritas; y en lo espiritual, proporcionándoles capellanes que pudieran atenderles en su lengua y según sus ritos y su herencia cultural. Así llegó Vasyl a España.

Vasyl comienza explicando el por qué del multiculturalismo existente en la actualidad en Ucrania. Para hacerlo, debe remontarse a 1917, inicio de la época comunista, que supuso el comienzo de la influencia rusa en Ucrania. El pueblo ucraniano sufrió mucho en ese periodo pero —en líneas generales— se mantuvo fiel a su fe. La Iglesia católica fue duramente perseguida. Una de las tácticas soviéticas para minar este fidelidad a la fe, fue la de introducir muchos extranjeros dentro del país, forzando así el multiculturalismo. Con los recién llegados, los nuevos habitantes del país, se introdujeron muchas sectas que aprovecharon de la ignorancia religiosa del pueblo ucraniano, que a causa de la persecución comunista había perdido a muchos de sus pastores.

Tras esta necesaria introducción, el sacerdote ucraniano pasa a explicar los orígenes del conflicto aún en curso en su país, del problema territorial agravado por la división interna, dado que la Iglesia ortodoxa apoya al Ejército ruso, mientras que los voluntarios del pueblo llano tratan de defender la soberanía nacional. Los intereses y las injerencias de las grandes potencias complican el poder poner fin a la crisis. El pueblo hambriento hace tiempo comprendió que la única ayuda desinteresada es la de la Iglesia, que alimenta a centenares de familias a través de Caritas y que ha fundado numerosos orfanatos ante la gran cantidad de niños que han perdido a sus padres y a los que nadie atiende.