David Fernández Díez es Misionero de Mariannhill. Nacido en Prioro, provincia de León, en el año 1948, pasó muchos años en Zimbabwe, desde la época colonial y de la independencia hasta hace cuatro años. Ahora está en Colombia, en zonas castigadas por la violencia. Todo el mundo ha sufrido en los decenios que esta violencia lleva en marcha. También la Iglesia, desde 1984 hasta 2013, han sido asesinados 83 sacerdotes, 8 religiosos (5 mujeres, 3 hombres) y tres seminaristas, además de dos obispos. Ha compartido con Obras Misionales Pontificias su experiencia en medio de esta realidad.
P. -- Sin entrar en consideraciones políticas, ¿cree que se están dando pasos para solucionar este conflicto que ha hecho sufrir tanto al país?
R.- Pasos se están dando ahora como se han dado ya en ocasiones anteriores; pero ante esta realidad está la duda de si estos pasos conducirán al final del conflicto.
P. -- ¿Cuál es el papel de la Iglesia en la reinserción de los guerrilleros arrepentidos?
R.- Hagamos primero una aclaración. Hablar de guerrilleros arrepentidos es una cosa, hablar de guerrilleros desmovilizados es otra cosa. La Iglesia católica está muy involucrada en buscar la paz; es parte del equipo de acompañamiento de la asociación de las victimas que están llevando sus opiniones a la mesa de diálogo en La Habana. En cuanto a programas establecidos por la Iglesia específicamente para reinserción de guerrilleros desmovilizados en general, no me consta que existan, pero ciertamente que muchos sacerdotes entran en contacto con ellos como parte de su trabajo normal pastoral. De la desmovilización al arrepentimiento hay un trecho muy enorme y el segundo no es consecuencia del primero.
P. -- ¿Ha tenido contacto con algún guerrillero arrepentido? ¿Cómo se sienten? ¿Cómo cambia la vida el Evangelio?
R.- Esta gente no van anunciando su condición de ex guerrillero o ex paramilitar y, por lo tanto, uno puede estar hablando con uno de ellos sin saberlo. Nada extraño en esta zona donde yo trabajo que es una zona donde se están ubicando muchos desplazados del conflicto. Ellos buscan, primero y antes de nada, un espacio de confianza y solo cuando están seguros de haberlo encontrado en uno es cuando se definen. En este sentido, me he encontrado con varios que han pasado por estas experiencias. Cada uno es una experiencia en sí mismo y, si hay algo que les define a todos, es la necesidad que tienen de desahogarse.
El contraste más llamativo es que la violencia sufrida y ocasionada va muy mezclada con el factor religioso. Como misionero, yo arranco principalmente de lo religioso para ayudarle a alcanzar la paz interior que es la que ellos más necesitan y buscan.
P. -- ¿Qué actitud tiene la sociedad colombiana respecto a ellos? ¿Es posible el perdón?
R.- Los guerrilleros de a pie, como los soldados de a pie, son gente sencilla y parte de un sistema que les envuelve. Ellos sufren tanto como los que ellos atacan o defienden. Como en todas las guerras, la gente, en general, se compadece de unos y de otros e intenta a ayudarlos. Otra cosa es la actitud hacia las entidades o líderes de estos movimientos y eso es muy variado y complejo a mi pobre entender.
El perdón sí es posible, teniendo en cuenta que el perdón viene de Dios. Nuestra tarea como misioneros es ayudar a la gente a quitar y a no poner obstáculos para que ese perdón llegue a todos.