La cumbre sobre el tráfico de órganos que inició este martes en la Casina Pio IV del Vaticano y proseguirá hoy miércoles, profundizará el llamado «turismo de los trasplantes».
El canciller de la Academia, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, al abrir el encuentro aseguró que el tráfico de órganos «es particular porque no se trata solo de actos cometidos por delincuentes comunes, sino que puede haber personal médico involucrado».
El tema del encuentro introducido por Francis Delmonico, cirujano y docente estadounidense, y por Jeremi Chapman, director de medicina y cáncer en el hospital Wesrmead de Sydney, fue abordado a partir de dos documentos relevantes sobre el tema del tráfico de órganos: la declaración de Estambul del 2008 y la Convención del Consejo de Europa, del 2014.
Muchos de los participantes a la cumbre estuvieron presentes a la redacción del primer documento, durante la reunión organizada por la Transplantation Society y la International Society of Nephrology.
La declaración afirma que todos los países necesitan normas jurídicas y profesionales que reglamenten la donación de órganos y las actividades de transplante, así como la seguridad sea para el donante y que para quien lo recibe. En la declaración se reconoce que la escasez de órganos para trasplantes favorece las prácticas indeseables, y que por ello es necesario que los países se empeñen en realizar programas que aumenten el número de donantes.
Sobre la Convención del 2014, Marta López Fraga, del Comité europeo sobre el trasplante de órganos, señaló que el objetivo de sancionar penalmente el tráfico de órganos es para proteger a las víctimas, facilitar la cooperación nacional e internacional, y perseguir a los responsables.
Se realizó también una panorámica sobre la situación de algunos países como Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Perú, Costa Rica, Nicaragua, Colombia, Argentina, Brasil, Egipto, Nigeria, Libia, Sudán, Eritrea, Somalia, Sur África y la región subsahariana.