Una cumbre sobre la crisis de los refugiados inició hoy lunes en el Palacio de Vidrio de las Naciones Unidas, dando inicio a una semana de reuniones de alto nivel.
En la apertura del evento el presidente de la Asamblea General, Peter Thomson, señaló: «Somos testigos de la peor crisis humanitaria y de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial» y señaló que la comunidad internacional no puede dejar de lado a esas personas que huyen de la guerra y de la violencia.
En la cumbre, la Oficina del Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, guiada por Mons. Bernardito Auza, ha organizado un encuentro sobre el tema: «El rol de las organizaciones religiosas delante del gran movimiento de migrantes y refugiados». Abrió los trabajos el cardenal Pietro Parolin, secretario de estado del Vaticano que ha intervenido sobre el tema: «No dejar a nadie atrás: transformar las palabras en acciones compasivas y proféticas».
Casi un centenar de jefes de Estado y de Gobierno expondrán a lo largo del día en el marco de esta cumbre. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, señaló que la declaración adoptada para el debate une a todo el mundo alrededor de unos «compromisos colectivos» que incluyen la defensa de los derechos humanos de todos los refugiados y migrantes cualquiera sea su estatus. Y concluyó que «con acciones valientes para implementar la Declaración de Nueva York, aseguraremos que no se deje atrás a ningún refugiado o migrante».
La cumbre es, señaló el secretario general de las Naciones Unidas, un avance en los esfuerzos internacionales ante la movilidad humana y los problemas que se han planteado. Porque «unos escapan de la guerra, otros buscan oportunidades. Advirtió además que no se debe ver a los refugiados y migrantes como una carga», e invitó a entender que ellos «tienen grandes potencialidades».