“Usamos mucho la palabra solidaridad, por otra parte muy valorada, pero tal vez no la ponemos suficientemente en práctica, superando los individualismos, las avideces, la especulación desenfrenada, colocando en el centro a las personas y buscando el bien de todos”. Así se expresa el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio, en la Carta Pastoral del Día de Corpus Christi, festividad que la Iglesia celebra el domingo 7 de junio, la misma fecha en la que Cáritas celebra su Día de Caridad. De este modo, la adoración al Santísimo se entrelaza con el trabajo en favor de los más desfavorecidos. En su carta, monseñor Barrio indica que “así descubriremos la llamada a abrirnos a los demás en una sociedad marcada por el egoísmo, las tensiones, los enfrentamientos, y la violencia, asumiendo el compromiso de ser solidarios con los pobres, los que sufren, los pequeños y los marginados”.
El arzobispo compostelano asegura en el texto que para esto, “la Eucaristía ilumina nuestro proceder en el servicio al bien común y en la contribución que los cristianos debemos hacer a la vida social y política, pidiéndonos una renovación real en nuestro comportamiento que ha de significarse por la honradez, la rectitud moral, la justicia y la solidaridad”. “La acción caritativa y social”, afirma monseñor Barrio, “ocupa un lugar significativo en el proceso evangelizador”.
En el marco de la festividad del Corpus Christi, Cáritas invita a vivir esta jornada como una oportunidad para construir una nueva fraternidad universal basada en la defensa de la dignidad y los derechos de todas las personas. Y nos recuerda -se lee en el díptico divulgativo del Día de Caridad- que “absolutamente todos somos convocados por Dios a vivir la fraternidad, la mesa compartida, construyendo y rehabilitando la vida desde una nueva forma de relación con el otro, especialmente, con las personas que menos tienen, que más sufren”. En el Día de Caridad, Cáritas hace un también un llamamiento a adoptar estilos de vida más sostenibles y fraternos, si no queremos vivir de espaldas a la realidad sangrante que representan los más de 5,4 millones de personas que no tienen trabajo en nuestro país, ni los 845 millones de personas con hambre crónica en el mundo, ni las miles de personas que tratan de buscar una vida más digna cruzando fronteras.