España

Viernes, 17 junio 2016 13:39

Así lucha contra el sida una diócesis de África: lo cuenta el misionero Salvador Romano

La diócesis de Pala en el Chad ha sabido afrontar con determinación uno de los graves problemas de este país africano: el sida. Un problema con el que llevan luchando desde que surgió la enfermedad. De hecho, el misionero catalán Salvador Romano – con el que ha hablado OMPress y lleva muchísimo años vinculado a esta misión del Chad -, recuerda el primer caso que conoció a principios de los noventa. Estaba en la misión Gounou Gaya. Llegó un chico enfermo que venía de la República Centroafricana. La hermana misionera que se encargaba del dispensario pronto se dio cuenta: «este chico está enfermo de esa nueva enfermedad».

A este chico le siguieron otros muchos enfermos. Cuando aparecía un nuevo caso, o alguien tenía síntomas parecidos a los del sida, se le arrinconaba como si fuera un leproso. Literalmente, morían como perros, abandonados. Para afrontar esta situación la hermana Gret Marty, que se encargaba de la sanidad en la misión, intentó parar esta situación desesperada. Esta misionera suiza, de la congregación de las Ursulinas, reunió a un grupo de cristianos, sensibilizados para acompañar y servir a estos enfermos. En aquel momento, no había otra solución que estar cerca de los enfermos para que no murieran solos.

Como explica Salvador Romano, fue el primer paso de lo que sería el CEDIAM, el Centro de Educación, Diagnosis y Acompañamiento de Enfermos, que ahora es un centro puntero en la lucha contra el sida en África.

Por eso, de aquel primer acompañamiento se dio el paso a la «educación». Había que informar, sobre todo a los jóvenes, de esa enfermedad de la que todo el mundo hablaba, pero de la que faltaba información. Había que luchar contra la mentalidad de mucha de la población del Chad. Para ellos la enfermedad siempre tiene que ver con los malos espíritus. Te toca y se acabó. Para eso se aplicó el EVA, Educación a la Vida y al Amor, que ha tenido mucho éxito en otros países de África, como Uganda. En la actualidad hay 27 voluntarios adultos que se dedican a formar a los jóvenes en los numerosos poblados de la diócesis de Pala, de la que es ecónomo el misionero Salvador Romano. La educación que imparte llega a 15.000 jóvenes, que participan en encuentros y reciben la formación de este programa EVA. Es una actividad plenamente de la Iglesia, a la que dan su tiempo estos 27 adultos. Sólo se les paga el desplazamiento y la estancia de los 15 días que dedican al año a formarse ellos también, para estar en la vanguardia de la lucha contra esta enfermedad.

Aquel primer acompañamiento de enfermos, un poco a la desesperada, ha dado lugar ahora a todo un sistema, en el que está integrado una pequeña red de centros de diagnóstico en el territorio de esta diócesis del Chad. Son ocho dispensarios en los que se diagnostica la enfermedad, para evitar que se confundan con otras, que no crean el rechazo social que produce el sida. Si se detecta la enfermedad se les envía a los dos centros para tratar el virus. Está el centro de Bongor, y el de Pala, la capital. Allí son acompañados y reciben la medicación necesaria para que su enfermedad no sea necesariamente una sentencia de muerte. Actualmente son 700 los enfermos a los que se les suministran retrovirales y, también, otros medicamentos. Y es que la mayoría de los enfermos de sida mueren por lo que se llaman las «enfermedades oportunistas», explica Salvador Romano, que aprovechan la falta de inmunidad.
Las otras siete diócesis del Chad están también implantando este sistema que ha funcionado con tanto éxito en Pala. La lucha contra el sida se ha vuelto una actividad nacional que realiza la Iglesia católica.

Educación, diagnosis y acompañamiento que no se reduce solo a los enfermos. Están los huérfanos del sida. Sus familiares han muerto y además, algunos de estos niños tienen también sida. En la diócesis de Pala, cuenta Salvador Romano, han querido evitar crear orfanatos y han buscado como «acompañamiento» a familias, normalmente del mismo clan. Desde el CEDIAM se les hace un seguimiento y se les ayuda económicamente para que los niños vayan a la escuela. Un asistente social comprueba siempre la situación familiar y del entorno de los niños y, en los casos que tienen sida, el seguimiento médico de la enfermedad.

Por último, señala este misionero, que el mayor problema que afrontan es el económico. Las únicas ayudas que reciben son los mismos medicamentos contra el virus. No hay dinero oficial para esta lucha – el Chad es uno de los países más pobres del mundo – y tampoco hay los demás medicamentos para afrontar las denominadas enfermedades oportunistas. A pesar de las dificultades, Salvador Romano es optimista. Para él, como para cualquier misionero, salvar sólo una vida ya merece la pena.

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