España

Martes, 21 junio 2016 10:49

'Cambio de Agujas' con Gregory Aguado

Gregory Aguado no tuvo una infancia fácil. Para expresarlo con sus propias palabras: «Enseguida, al poco de nacer, he sido herido y abandonado. Digámoslo así: yo nazco en Madrid sin tener ya papá y con una mamá muy enferma». Era ya una situación dolorosa, que le desbordaba y que no sabía asimilar. Cuando Gregory tenía nueve años, su madre muere y queda absolutamente solo. El dolor fue tan grande que no era capaz ni de expresarlo, no ya con palabras, ni siquiera con lágrimas. Con todo, tampoco tenía a nadie a quién poder contarle lo que tenía en su interior: «Yo sufría mucho. Por ejemplo, cuando iba a la escuela. Salía de la escuela, y todos mis amigos tenían a su mamás fuera esperándoles para darles la merienda. Y yo salía y no tenía a nadie. Y todas estas cosas han hecho que, en mi interior, me encontrara a disgusto, incómodo... Tantas heridas que no he conseguido ni si quiera compartirlas con nadie porque en aquel tiempo no tenía a nadie».

Tras la muerte de su madre es acogido en una primera familia, en el mismo Madrid. «Fue difícil aceptarlo, porque ahí tampoco me sentía muy amado. Todas las noches, cuando yo me iba a la cama, lloraba. Lloraba aunque tenía de todo. Tenía lo que todo niño puede querer. No sé, juguetes, viajes, escuela... Todo. Pero me encontraba solo».

Cuando tenía trece años, esta familia de acogida atravesó una serie de dificultades y tuvo que renunciar a la acogida de Gregory. Poco tiempo después, Gregory era acogido en una nueva familia, esta vez en Valencia. Le sorprendió que esta nueva familia era profundamente religiosa. En casa se hablaba del Señor y de la Virgen con naturalidad, se iba a Misa y se rezaba el Rosario. Con todo, Gregory estaba contento: «Fui creciendo y, con dieciséis años, me propusieron adoptarme. Y yo dije que sí, porque era la primera vez que yo me sentía amado, querido, y me sentía en familia». Había cosas que le costaba aceptar. Había pasado de llevar una vida sin reglas a llevar una vida con reglas y con una cierta disciplina que a veces le costaba aceptar. Incluso el amor era difícil de aceptar: «Incluso el amor. Incluso aceptar un abrazo de mamá, un abrazo de papá. Tantas cosas así... Fue muy difícil dentro de mí, porque todo me llevaba a tener que abrir lo que llevaba dentro. Y eso me ha dado siempre mucho, mucho miedo. Porque pensaba que lo que llevaba dentro no era bonito».

Gregory no aceptaba esta negativa imagen que tenía de sí mismo, y cómo no, tampoco era capaz de contárselo a nadie para que le ayudaran a comprender que esa no era una imagen real. Trató durante años de disimularla detrás de un Gregory que realmente no era él: «A los dieciséis años empecé a tener problemas de identidad. Porque mi mayor identidad se basaba en la mentira y entonces, ¿yo qué hacía? Todo lo que yo pensaba que era malo de mí lo tapaba con la mentira. Yo he sido un tóxico dependiente. He sido un cocainómano durante mucho tiempo. Pero yo pienso que mi mayor droga ha sido la mentira. El tapar todo lo que era, tapar todo lo que yo vivía, todo lo que sentía, intentar no escuchar la voz de la conciencia, y tantas cosas así, que Dios ya me estaba metiendo dentro. Ante tanto amor y tanta generosidad (de mi familia adoptiva), lo que hice fue mirar hacia otro lado y decir: No, yo no acepto a ese Gregory. Yo soy otro Gregory. Y empecé con la mentira a construir un Gregory diferente».

Comenzó a llevar una doble vida. En casa era como se esperaba que él fuera. Pero fuera de casa no se comportaba igual. Esta situación generó en Gregory más soledad y más tristeza, y empezó a dar pasos cada vez más peligrosos: «Con dieciséis años empecé a tomar las drogas, la marihuana, los porros... Yo pienso que lo malo fue que a mí me gustó, sobre todo me gustó como me sentía frente a los otros. Entonces, siempre pasaba a transgredir más. Primero pastillas... y luego... hasta que encontré lo que es la cocaína, el crack, la heroína, tantas cosas que he tomado... Empiezo a tener situaciones malas. Empiezo a caer en todo tipo de cosas. Como ya no me interesaba nada siempre quería algo más. Y la mentira siempre era más grande. Con mis papás estaba bien, pero en el momento en que salía, estaba mal, estaba mal».

«La peor mentira en la que he caído es esta: creer que podía controlarlo todo. Ser así... incluso iba a Misa, incluso si había que hacer algo... no había ningún problema, si tenía que rezar se rezaba. Pero luego era demasiado fuerte la vida que en aquel tiempo me gustaba, las tinieblas ¿no?».

Sus padres se dieron cuenta de que las cosas no estaban funcionando bien. Empezó a faltar dinero, se dieron cuenta de algunos engaños... «Las cosas iban bastante mal hasta que mis padres tomaron una buena decisión. Me dijeron: «Bueno, si quieres hacer tu vida vete de casa». Yo con mi orgullo, con mi prepotencia me fui. Y lo primero que sufrí fue la calle. Tuve que vivir cuatro meses en la calle. Trabajando. Lo que cobraba me lo gastaba todo: en mi fiesta, en mis drogas, en estas cosas. Y ahí, empecé a encontrar la soledad, ya la gente no me miraba igual, no. Pero bueno, poco a poco ahí, intenté construir mi vida, pero yo trabajaba para salir. Y esa era mi vida. Y si yo salía, yo me tenía que drogar, porque si no me drogaba no era un día tranquilo. Y poco a poco empecé los sábados, domingos, luego empecé a añadir viernes, jueves, miércoles... Al final me drogaba todos los días. Hasta que me di cuenta que yo pensaba que lo tenía todo controlado y que no era como los yonkis o como el que está en la calle, que tiene que pincharse, que está pasando el mono... Todo eso hasta llegar a consumir ocho gramos de cocaína al día. Tenía que robar, tenía que traficar, tenía que hacer de todo... Y lo que más me impresionó un día, es que yo ya no quería salir... Yo me iba a mi apartamento, tenía mis cosas y ya estaba. Y eso era mi madre, eso era mi comida, eso era mi dios... Todo eso, la cocaína era todo eso».

Después de dos años en esta situación, cuando ya tenía veintiún años, Gregory pasa por una fase que le llega a asustar mucho: «Me empecé a asustar pero que mucho. Porque lo que el mundo te da: sexo, alcohol, drogas... A mi ya no me importaba, solo me importaba llegar a casa y tener mi cocaína y ya está. Me empezó a dar miedo porque no me importaban las chicas, me empezó a dar miedo porque no me importaba el sexo, porque dejó de importarme todo... Yo me iba a la cama, y cuando me apoyaba decía: ¡qué mierda de vida tengo! Y me venía todo esto a la cabeza y me tenía que levantar. Me levantaba y me iba al sofá, y ahí me drogaba más para evitar las voces».

Con veintidós años Gregory se plantea seriamente el suicidio. Debía tres meses de alquiler del apartamento en que vivía, se había roto una rodilla, estaba mal, tremendamente mal... Gregory lanzó al Señor una oración desesperada: «Dije: mira si estás ahí Dios, dame una respuesta clara, porque ya no puedo más». La respuesta vino de la mano de esa mujer que era su madre adoptiva: «Esa noche que me quería suicidar dije: llamo a mi madre y hablo con ella. Me acuerdo que mi mamá me dijo: “Ven a casa y vamos a hablar”. Y cuando llegué pues vi a mis padres un poquito preocupados y me dijeron: “Bueno, ¿qué pasa?” Y yo dije: “Pues, pues mira, debo dinero, no he pagado, estoy así, estoy mal, con esto de la crisis no me pagan...”»

Esa noche su madre le hizo una propuesta: «Mira, puedes volver a casa si quieres, y te propongo una cosa, ingresar en la Comunidad El Cenáculo. Pero a lo mejor no es para ti, porque es para drogradictos». Gregory no se atrevió a confesar a su madre la verdad y le respondió: «No, eso no es para mí». Pero aceptó el ofrecimiento de regresar a casa de sus padres. En ese tiempo tuvo oportunidad de hablar con el P. Kevin Deakin, Siervo del Hogar de la Madre. El P. Kevin contó a Gregory su propia experiencia de paso por El Cenáculo: «Me explicó su vida, que había estado también en las tinieblas, en la droga y cómo todo cambió. Empezó a explicarme cómo se sentía, cómo encontró al Señor. Yo no había escuchado a nadie que sintiera lo mismo que yo. Y me sentí muy, muy igual».

Se puede ver el Cambio de Agujas del P. Kevin Deakin en este enlace.

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