El arzobispo metropolitano de Tarragona, Mons. Jaume Pujol Balcells, escribe a los niños de su diócesis con motivo de la Jornada de Infancia Misionera del domingo 24 de enero próximo, invitándoles a ser agradecidos, haciendo referencia al concurso de fotografía organizado por esta Obra Pontificia.
«El cuarto domingo de enero se celebra en la Iglesia el Día de la Infancia Misionera. Es una llamada a la solidaridad entre los niños, entre los que han sido sonreídos por la vida y por la fe y los que padecen, entre los que pueden vivir sin preocupaciones materiales y los que no tienen ni lo indispensable. El lema de este año —‘Gracias’— es muy significativo: invita a nuestros niños a ser agradecidos.
La Infancia Misionera es una iniciativa pionera para los derechos del niño, nacida cien años antes que UNICEF. Surgió en 1843 gracias a la inquietud de un obispo francés con respecto a la situación de los niños de China.
A monseñor Forbin-Janson le impactaron las noticias que llegaban del país asiático de niños muertos poco después de nacer, a veces por causas naturales y otras por ser arrojados al fuego en rituales horrorosos. Desde entonces quiso viajar a China, pero le ocurrió como a San Francisco Javier, murió cuando ya estaba preparado para el viaje, en su caso cuando ya había concertado embarcarse desde Marsella. Lo que no murió fue su Obra, elevada por Pío XI en 1922 a Obra Pontificia y extendida en todo el mundo.
Ahora, para su adecuación a los intereses infantiles, se ha convocado un concurso en el que se pide a los niños que hagan fotografías digitales en torno a la idea «Di gracias». Pueden fotografiar cualquier tema que les cause una emoción de agradecimiento, desde una puesta de sol hasta una persona que aman, pasando por objetos, animales o aspectos del mundo creado.
Se trata de que aprecien lo que tienen, lo que rodea sus vidas, y que piensen en quienes carecen de estas alegrías. Este año serán muchos los que recuerden a un niño, no chino sino sirio, que falleció ahogado en una playa turca cuando su familia trataba de alcanzar una isla griega, en el marco de la huida de cientos de miles de personas de un país en guerra. Aylan, de tres años, y su hermano Galip, de cinco, eran de Kobane la ciudad mártir del norte de Siria. Desde que nacieron no fueron acunados por canciones, sino por el eco de bombardeos próximos.
La Iglesia reza por los niños del mundo. Con la fiesta de este domingo desea despertar la mayor solidaridad entre los que decidirán el futuro de las nuevas generaciones».