España

Miércoles, 28 septiembre 2016 13:10

«Nuestros misioneros son héroes de la evangelización de nuestro tiempo»

El obispo de Vitoria, monseñor Juan Carlos Elizalde Espinal, dedica su carta pastoral a la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND, que se celebrará el domingo 23 de octubre próximo bajo el lema Sal de tu tierra.

«Kaixo! Jesukristo gure Jaunaren grazia izan bedi zuekin! Este año se celebra el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones y lo vivimos en el marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Mi saludo más entrañable en mi primer año como obispo de Vitoria y con D. Miguel desde el cielo velando por su diócesis.

Me gustaría subrayar 4 acentos siguiendo el mensaje del Papa en este año:

1.- La misión ad gentes es una inmensa obra de misericordia. El redescubrimiento de la infinita misericordia de Dios con su humanidad nos lleva a corresponder practicando la misericordia y concretándola en las obras de misericordia corporales y espirituales. Esto y no otra cosa es la labor de los misioneros. Están en el corazón de la misión de la Iglesia y por tanto en el nuestro. Son icono de la misericordia y en ellos descubrimos nuestros caminos de la misericordia. Porque han experimentado la misericordia en su vida la están practicando con los hermanos. Solo si nosotros nos sentimos tratados por Dios con misericordia la ejerceremos en las circunstancias que Dios nos regala y donde Él nos ha plantado.

2.- Salir de la propia tierra es la consecuencia de quién ha experimentado la misericordia. Sal de tu tierra es el lema de este año tal como lo escuchó Abraham y tal como lo escucharon los jóvenes en la JMJ de Cracovia. El Papa les invitó a dejar el sofá de la comodidad y a salir a las periferias dejando actitudes de jubilados prematuros como quien tira la toalla antes de comenzar el juego. En una Iglesia en salida es hora de descubrir caminos hacia las necesidades de los hermanos. Desde tus propias circunstancias tú solo puedes descubrirlos. El verdadero Camino de Santiago comienza en la propia casa. También el de la misericordia. En tu misión el camino sale de tu propia casa y por eso es único e irrepetible.

3.- La misericordia en la Iglesia tiene rostro materno, femenino. Así lo explica el Papa en su mensaje de este año: ‘La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres’. Es nuestra responsabilidad detectar las mayores necesidades en el entorno más discriminado de la mujer y descubrir en el mismo las inmensas posibilidades latentes.

4.- Los misioneros nos hablan de quemar, gastar y entregar la vida.

Lo recordaba el Papa en una Misa en Santa Marta: ‘Querría decir a los chicos y a las chicas de hoy que no se sienten a gusto –no son tan felices por esta cultura del consumismo, del narcisismo... ¡Miren el horizonte! Miren allí, ¡miren a nuestros misioneros!... Oren al Espíritu Santo para que les dé fuerzas para ir lejos, a quemar la vida’. Es una palabra un poco dura, pero la vida vale la pena vivirla. Pero para vivirla bien, quemarla en el servicio, en el anuncio, e ir adelante. Y esta es la alegría del anuncio del Evangelio... Iban fortalecidos por el Espíritu Santo: ¡una vocación! Han dado la vida jóvenes, han quemado la vida. Pienso que ellos, en ese último momento, lejos de su patria, de sus familias, de sus seres queridos, habrán dicho: ‘¡Ha valido la pena todo lo que he hecho!’... El misionero va sin saber qué le espera. Sabe que no será fácil la vida, pero va adelante. Nuestros misioneros son héroes de la evangelización de nuestro tiempo. Europa, que ha llenado de misioneros otros continentes... Y estos se iban sin volver...

Pienso cómo habrá sido su último momento: ¿Cómo habrá sido su despedida? Anónimos, se han ido.... Otros mártires y esto quiere decir que ofrecieron su vida por el Evangelio. ¡Son nuestra gloria estos misioneros!, ¡la gloria de nuestra Iglesia!

Que vivamos todos esta Jornada con el corazón a flor de piel».

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