El protagonista de este capítulo de Tras las Huellas del Nazareno hace algunas semanas compartió su singular historia de encuentro con Jesucristo en el programa ‘Cambio de Agujas’. Se trata del P. Jens Petzold, monje del Monasterio de Mar Musa al-Habashi, una comunidad monástica católica de rito siriaco, situada cerca de la ciudad de Nebeq, a unos ochenta kilómetros de Damasco, en Siria. Esta comunidad trabaja por la armonía interreligiosa, de manera especial por el desarrollo de la armonía entre cristianos y musulmanes.
El P. Jens nació en Alemania pero se crió en Suiza. Su familia había abandonado la fe alrededor del año 1900. Pero, ya desde su juventud, Jens experimentaba un fuerte impulso de búsqueda interior que le llevó a emprender un largo viaje por Oriente Medio atraído por la mística islámica. Era el año 1995 cuando, en su deambular por los desiertos sirios, conoció este Monasterio. Y su vida cambió radicalmente. Hasta llegar a ser un monje católico. El P. Jens nos explica sobre el ideal de su comunidad: «El monasterio es muy antiguo, del siglo VI. Pero la comunidad se extinguió hacia el 1832. El Padre Paolo Dall’ Oglio – nuestro fundador- llegó en 1992 a Deir Mar Musa para hacer ejercicios espirituales como estudiante, como jesuita escolástico, y sintió que ese lugar podría revivir de nuevo si hubiera una comunidad que rezara, que realizara trabajo manual, y que tuviera una hospitalidad muy abierta. Todo esto en el marco del amor de Dios por el Islam. Este es también el gran tema del Padre Paolo. Él sintió ya durante el noviciado que el Islam sería una gran cuestión para el cristianismo, y él quería acercarse al Islam, quería entender la experiencia espiritual del Islam, y quería también trabajar por la armonía entre las dos religiones. Entonces, muy pronto vino gente. Él empezó en el 1992 a restaurar las ruinas de Deir Mar Musa: no había techo, no había suelo... Y él empieza a trabajar para reconstruir este hermoso monasterio, agreste monasterio también, ahí en un valle, en un desfiladero, solo en pie sobre una roca. Es muy impresionante cuando lo ves por primera vez. Luego vino gente como el Padre Jacques Murad, luego la Hermana Houda, luego yo. Y la comunidad lentamente fue llegando. Desde luego no es fácil... Más bien digamos que no es común, porque fácil... ninguna vocación es fácil, pero nuestra vocación además no es una vocación común. Probablemente seremos siempre pocos».
Esta labor que la comunidad del Monasterio de Mar Musa hace al servicio de la armonía y del diálogo entre Islam y cristianismo, lo realiza en medio de grandes sacrificios, viviendo en países asolados por la guerra, y sufriendo el secuestro de varios miembros de la comunidad por parte del Estado Islámico: «Nuestros dos cofundadores fueron secuestrados. El Padre Paolo Dall’ Oglio desde 2013, y está todavía detenido. No sabemos... o, mejor dicho, no tenemos pruebas de que esté vivo, pero no tenemos tampoco pruebas de que esté muerto. Estamos casi seguros de que si estuviera muerto, si hubiera muerto a causa del Estado Islámico, este hecho hubiera sido utilizado de alguna manera en los medios de comunicación del Estado Islámico, porque esto lo hacen muy bien. Tenemos también al Padre Jacques Murad, que fue secuestrado el año pasado en primavera y le llevaron a Raqqa. Le pidieron que cambiara de religión, a veces con dureza. Y fue entonces cuando Isis tomó, invadió Qaryatain, el pueblo donde está el monasterio de Deir Mar Elián, en el que el Padre Jacques era al mismo tiempo superior del monasterio y párroco de Qaryatain. Cuando tomaron Qaryatain, deportaron también a todos los cristianos que quedaban allí a Palmira. Así que, el Padre Jacques, se reunió con este grupo de gente, que eran doscientas cincuenta personas. Vivieron un largo tiempo en que fueron convencidos, o mejor dicho, forzados -forzados sería la palabra más apropiada- a firmar un contrato “dimni”. Es un contrato de protección, que tiene una antigua historia en el Islam. La interpretación que le da el Estado Islámico es que los cristianos tienen derecho a vivir entre los musulmanes, que es algo interesante ya que otros no tienen este derecho, como por ejemplo los yazidíes y los musulmanes que no están de acuerdo con el Estado Islámico. Estos pueden ser asesinados, pueden ser hechos esclavos... Pero los cristianos tienen algunos derechos fundamentales. Sin embargo el contrato “dimni” procura una situación muy, muy difícil. Es un contrato con mucha represión: no te permite rezar en público, la Iglesia no puede realizar funciones normales como Iglesia... Es muy restrictivo, siempre según la interpretación del Estado Islámico. Debemos tener esto presente, que el Estado Islámico tiene su propia interpretación de la historia».
Después de que el Padre Jacques Murad y sus cristianos firmaran el contrato “dimni” y fueran devueltos a Qaryatain, la comunidad musulmana de Qaryatain facilitó a la comunidad cristiana la huida de la zona de influencia del Estado Islámico. Para el P. Jens, es un gesto que llena de esperanza los corazones de los que sueñan con reconstruir Siria cuando termine guerra: «Después de esto, la parroquia de Qaryatain, o lo que quedó de la Parroquia de Qaryatain, fue llevada de nuevo a Qaryatain, y después, la gente de la comunidad musulmana de los alrededores de Qaryatain y en el mismo Qaryatain, ayudó a los cristianos a salir de Qaryatain, fuera de la influencia del Estado Islámico. Y este acto me da mucha esperanza para Siria, porque muestra que hay todavía solidaridad conciudadana entre vecinos, entre musulmanes y cristianos, que lo que era una gran peculiaridad de Siria está todavía presente. Creo que es un muy buen ejemplo sobre el que reconstruir la nueva sociedad que un día tendremos que reconstruir en Siria».
Padre Jacques Murad, por sus gestos magnánimos hacia la comunidad musulmana, se había convertido -ya antes de su secuestro y de la llegada del Estado Islámico- en un símbolo para el pueblo sirio, en la persona representativa de la unidad de ese pueblo: «En las primeras fases de la guerra civil tuvo a más de cinco mil refugiados en el monasterio. El monasterio había sido declarado, por los rebeldes y por el gobierno, terreno neutral y terreno no de combate. Así que esas cinco mil personas habían permanecido en los terrenos del monasterio y -¡claro!- este testimonio era una de las razones de la estima de la población local por el Padre Jacques».
El P. Jens habla también de su actual labor, con los refugiados del Kurdistán Iraquí: «A nuestra comunidad le pidió en 2010 el entonces Obispo Su Excelencia Louis Sako –que es ahora Patriarca de la Iglesia Caldea- que abriéramos una casa en Sulaymaniyah, para preparar -como él me dijo a mí una vez en privado- la presencia de cristianos en Kurdistán. Si iban a ser sus cristianos, los tradicionales, u otros, a esto él decía: “No lo sé”. Así que fui enviado por nuestra comunidad en 2011, en otoño, después de un tiempo de discernimiento para ver si podíamos hacer aquello. Somos una pequeña comunidad, somos diez monjes y monjas, y cada casa nueva es –obviamente- un peso. Pero, como estábamos teniendo cierta dificultad en Siria para realizar nuestro trabajo, digamos a nivel más público, decidimos que queríamos ir a Kurdistán, que ofrecía muchas posibilidades en orden al diálogo».
La Iglesia cuenta con una larga tradición –que se remonta a los apóstoles- de ayudar y acoger a los hermanos en dificultad. Por eso, cuando los refugiados comenzaron a llegar a Kurdistán en 2014, los cristianos solicitaron la ayuda de las comunidades cristianas presentes allí. En el mundo musulmán no hay una estructura de caridad como la que tiene la Iglesia católica. El P. Jens explica: «En 2014, los refugiados comenzaron a huir a Kurdistán. Los cristianos acudieron directamente a las comunidades cristianas a pedir ayuda, porque hay una larga tradición de organizaciones de ayuda, de caritas... Así que es muy natural en la comunidad cristiana ir primero, cuando hay una necesidad, ir en primer lugar a la Iglesia a pedir ayuda. Esto fue una gran ventaja para las Iglesias y para las comunidades cristianas, porque muy pronto supimos exactamente cuánta gente había en Erbil, en Dohuk y en Sulaymaniyah, y pudimos dar esta información a las organizaciones de ayuda y decirles: “Mirad, tenemos esta gente y necesitamos comida, necesitamos mantas, necesitamos...” Todo lo que se necesitaba. Y las organizaciones de ayuda estaban satisfechas, porque no tenían números exactos, porque otras comunidades no funcionan igual, porque esto de ir directamente a las mezquitas no se da, no hay esta estructura en estos casos. Hay estructuras de ayuda en el Islam, pero son más a nivel individual, no se va automáticamente al imán para apuntarse. Así que esa fue una gran ventaja para los cristianos. Y, en efecto, creo que han sido de los primeros que han sido ayudados por las grandes organizaciones de ayuda del mundo». Con todo, la vida de los cristianos refugiados en Kurdistán, era de una extrema dureza. Y desde el Monasterio, el P. Jens y sus monjes, trabajaron duro tratando de aliviar su situación. Toda la comunidad cristiana local de Sulaymaniyah se implicó – y sigue implicada- en esta labor de acogida y sostenimiento de los cristianos iraquíes. El P. Jens lo explica con detalle en su intervención en Tras las Huellas del Nazareno.
Entre los varios temas de los que habla el P. Jens en su intervención, hay uno que merece la pena destacar: el cuidado de la historia como fuente de unidad entre cristianismo e Islam. «Bueno, la unidad creo que se alcanzará el día del Juicio Final, pero trabajamos por la armonía entre las dos religiones. Estamos trabajando por un mayor conocimiento mutuo. Creo que deberíamos empezar a trabajar también contra el olvido de la historia, porque una de las grandes y sorprendentes realidades es que, no solo el Estado Islámico está destruyendo la historia – destruyendo las sepulturas de importantes maestros musulmanes y de algunas iglesias cuando son relevantes para los musulmanes- sino que también en el Irak normal, digamos, en el mismo Kurdistán, hay un sorprendente desconocimiento de la propia historia, entre los cristianos y entre los musulmanes. Muchas de las viejas ciudades, viejas mezquitas, viejas iglesias... se cambian sin más por otras nuevas. Y perdemos las sepulturas, perdemos las inscripciones, perdemos mucha información de la historia. Necesitaríamos algún tipo de iniciativa de cara a preservar la historia de Irak».
En este enlace se puede escuchar el relato completo del P. Jens, que habla en su testimonio sobre muchos otros temas importantes. Ayuda a comprender y valorar el servicio que la Comunidad del Monasterio de Mar Musa al-Habashi está realizando al servicio del diálogo entre el Islam y el cristianismo: las figuras de Jesucristo y María en el Islam, el valor de la oración, el aprender de los testigos...