Victoria de la Cruz García, religiosa de la congregación de las Adoratrices y misionera en Japón, cumple 109 años. Llegó por primera vez a Japón en 1936, donde ha sido testigo de acontecimientos como la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
Según explica la periodista Ana María Medina, de la diócesis de Málaga, Victoria nació el día de san Juan del año 1907 en la fonda Andaluza, propiedad de su abuela paterna, que ocupaba el céntrico edificio de la calle Juan Díaz donde actualmente se encuentra el restaurante Trillo.
En 1936 fue destinada a Japón, viaje que realizó en barco y que le llevó dos meses. «Desde allí escribía a la familia, pero las cartas tardaban meses en llegar», cuenta Angelita. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, tres años después de su llegada a Tokio, Victoria de la Cruz tuvo que marchar a las montañas de Karuizawa, al norte de la capital, junto a las religiosas de su comunidad. «Enviaba fotos de cómo se encontraban, con la nieve hasta las rodillas. Lo pasaron muy mal», recuerda su sobrina.
La propia religiosa, en declaraciones a la agencia AVAN, cuenta: «estuvimos en las montañas de Karuizawa, lejos de Tokio, con muchísimo frío y poca comida, y pasamos de todo hasta que acabó la guerra y nos marchamos a la ciudad de Yokohama, al sur de la capital». La misionera añade: «me acuerdo perfectamente de los momentos difíciles que pasamos durante la guerra, hasta de lo que comíamos: arroz, poco o mucho. Lo que había. Vivimos momentos muy complicados, pero por misericordia de Dios estoy viva y coleando con mis ciento y pico de años y doy gracias a Dios porque además tengo buena salud», cuenta entre risas.
Durante sus años como misionera, Victoria de la Cruz ha ejercido su labor en distintos colegios de Japón, recibiendo incluso una condecoración del gobierno japonés y llegando a ser superiora en varias de las comunidades por las que ha pasado. Ha fundado numerosos centros, como el Colegio de las Adoratrices en la ciudad de Dos Palos, en California, donde residió seis años. Algunas de las religiosas adoratrices de Málaga han coincidido con Victoria. Es el caso de Mª Pepa, quien afirma de ella que «es una mujer agradabilísima, magnífica». «Es extraordinaria –añade Mª Elisa, adoratriz en Madrid-. Se curtió en la Guerra Mundial y después del conflicto, trabajó incansablemente por las jóvenes que, debido a la penuria, emigraban a la ciudad».
Como informan desde Málaga, actualmente, Victoria de la Cruz vive en una residencia de religiosas en la ciudad de Kitami, en Tokio, donde existen otras tres comunidades en las que se sigue atendiendo a chicas en situación de necesidad para evitar que caigan en la prostitución. Las religiosas de las cuatro casas se reúnen «para rezar, participar en las eucaristías y comer juntas», como ella misma explica. Su día a día comienza a las cinco y media de la mañana, cuando se levanta. «Duermo bien -cuenta la religiosa-, como de todo o casi todo, y procuro no usar el ascensor. Subo y bajo los escalones». Victoria explica sonriente que «antes dedicaba mi labor a atender a otras personas pero ahora no, ahora tengo bastante conmigo misma». Afirma ser feliz y no tener ninguna preocupación: «nada me molesta ni me hace sufrir, estoy muy bien y doy gracias a Dios y a todos». Las hermanas adoratrices dan fe de ello: «Es muy alegre, cuenta Mª Elisa, toca las castañuelas tan bien que antiguamente la llamaban hasta de una orquesta en Japón para que les acompañara en los conciertos. Y además, tiene una mente privilegiada, no perdona el hecho de leer la prensa a diario, tanto en inglés como en japonés».