El papa Francisco recibió este sábado por la mañana en el Vaticano a un numeroso grupo de ex alumnos jesuitas, reunidos en Roma para profundizar sobre la crisis de los refugiados y las raíces de las migraciones forzadas.
«Más de 65 millones de personas han sido obligadas a abandonar sus lugares de residencia», aseguró el Santo Padre y precisó que «son mujeres y hombres, jóvenes y muchachas, que no son diversos de los miembros de nuestras familias y de nuestros amigos. Cada uno tiene un nombre, un rostro y una historia, como el derecho inalienable de vivir en paz y aspirar a un futuro mejor para los propios hijos».
El Santo Padre les exhortó así «a dar la bienvenida a los refugiados en vuestras casas y comunidades, de manera que su primera experiencia en Europa no sea aquella traumática de dormir al frío, en las calles, sino una recepción calurosa y humana». Y añadió: «Recuerden que la auténtica hospitalidad tiene un profundo valor evangélico, que alimenta el amor y es la mayor seguridad contra los odiosos actos de terrorismo».
Recordó a los allí presentes que la Confederación Europea de la Unión Mundial de ex alumnos jesuitas tomó el nombre de Padre Pedro Arrupe, fundador del Jesuit Refugee Service, quien fue movido a dar una respuesta al «boat people» sud-vietnamita expuesto a las tempestades del Mar mientras huía del comunismo. Y les invitó a ejemplo del padre Arrupe a «volverse compañeros de Jesús», porque «enviados en el mundo para ser mujeres y hombres, para y con, los demás». Ofreciendo al Señor «toda la vuestra libertad, vuestra memoria, vuestra inteligencia y vuestra entera voluntad».
Porque la Iglesia con vuestra ayuda «será capaz de responder más plenamente a la tragedia humana de los refugiados mediante actos de misericordia que promuevan su integración en el contexto europeo».
Francisco a los ex alumnos jesuitas les invitó también a recordar que «el amor de Dios les acompaña en este trabajo» y que son los «ojos, boca, manos y el corazón de Dios en este mundo».
El pontífice les señaló que ellos seguramente habrán aprendido mucho de los refugiados que han encontrado y que al regresar a las propias comunidades les ayuden «no solamente a sobrevivir sino a crecer, florecer y dar fruto». Les invitó también a pensar en la Sagrada Familia «en su largo viaje a Egipto como refugiados» y de las palabras que dijo Jesús: «Era extranjero y me recibieron».