El pasado sábado 24 de junio tenía lugar en la Basílica de San Esteban de Milán, Italia, el envío misionero de más de 300 jóvenes de la diócesis ambrosiana que partirán este verano a territorios de misión. Un número que aumenta año tras año, el de estos jóvenes que eligen vivir una experiencia veraniega de misión.
El responsable del «ufficio diocesano per la Pastorale missionaria» de Milán, el equivalente a las delegaciones diocesanas de misiones de España, Antonio Novazzi, explicaba que «todo viaje es una búsqueda, y se vuelve espiritual, cuando uno sabe interrogarse a sí mismo». Por eso, han querido que la celebración del envío sea una oportunidad para provocar la búsqueda, suscitarla, para que «la misión veraniega sea una experiencia para narrar, no para consumir de modo individual». En la misión, encontrarán relaciones, contactos, y quizá esto, afirma Novazzi, «es el elemento más estimulante para los chicos: el encuentro con el toro, con otra cultura. Ayuda también a que, una vez de vuelta a casa, no se tomen con superficialidad las historias de quienes, inmigrantes, encontramos cada día en nuestras calles y plazas».
Después de un año de universidad, Agnese Marconi se irá finalmente de vacaciones. Irá, sin embargo, a una ciudad que no ha elegido. Es el estilo del PIME, el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, al que pertenecía Paolo Manna, uno de los fundadores de las Obras Misionales Pontificias. Un equipo busca el destino que considera más adecuado para los chicos que van a pasar un verano a la misión. «No sabía que iría a la India y estoy entusiasmada», explica. No le da miedo la partida, la comida, la lengua, aunque añade que lo que le da miedo «es más bien la vuelta. El regreso a lo cotidiano tras una experiencia tan emocionante e intensa».
El recorrido ‘Jóvenes y misión’ del PIME de Milán es bienal. Agnese, de la ciudad de Pavía, lo comenzaba en septiembre «porque tenía necesidad de algo pensado para mí», tras tantos años de oratorio y de scouts. La misión, seguramente en un hospicio, «será una forma de descubrirme en el encuentro con los demás, en una experiencia de servicio más grande que yo que me ayudará a plantearme preguntas nuevas que renueven mi fe».
Es una experiencia similar a la de Martina Caslini, 19 años, de Lecce, estudiante de derecho. «A los 14 años me he alejado del oratorio: el recorrido del PIME ha sido un modo de volverme a acercar a la comunidad». También ella recorrerá la India en agosto. «Es un mundo por explorar, emocionante. Parto con el impulso de la fe y con el deseo de ayudar».
Cecilia Leccardi estudia Filosofía: «Voy a Nepal – explica – a un pueblecito donde trabajaré en un hospicio, visitando a enfermos y en todo aquello que se necesite. Quizá trabaje también en los huertos». Forma parte de VISPE (Voluntarios Italianos Solidaridad Países Emergentes), una asociación de inspiración católica que, durante el año, promueve encuentros de formación y recogida de ayudas y alimentos. Antes de partir, el temor que dice tener es «no lograr abandonar mis esquemas y leer la realidad nepalí con los ojos de un occidental». Mientras su esperanza es poder «conocer culturas diversas y vivir en un lugar sin excesos, liberarme de tantas distracciones como las que vivimos en Italia, encontrar la esencialidad del encuentro con los demás y con Dios».