El primer jueves de enero, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, el Papa Francisco celebró un encuentro con los casi 800 participantes en el Congreso organizado por la oficina nacional para la pastoral vocacional de la Conferencia Episcopal Italiana.
El Pontífice les entregó el discurso que había preparado para hablar con todos ellos de manera espontánea. Así, el Papa agradeció las palabras dirigidas por monseñor Nunzio Galantino, secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, y se congratuló por el empeño con que llevan adelante esta cita anual, en la que se comparte la alegría de la fraternidad y la belleza de las diversas vocaciones.
El Congreso comenzó el 3 de enero con el lema Levántate, ve y no temas. Vocaciones y santidad: yo soy una misión. El Santo Padre afirmó en el discurso entregado la «necesidad de volver a llevar a las comunidades cristianas una nueva cultura vocacional, que sepa contar la belleza de estar enamorados de Dios». Además, pidió que esta nueva cultura vocacional «sea capaz de leer con coraje la realidad tal como es, con sus fatigas y resistencias», reconociendo, sin embargo, «los signos de belleza del corazón humano».
La mirada del Pontífice también se extiende a la próxima Asamblea Sinodal de 2018, que tendrá como centro precisamente el tema de: Jóvenes, fe y discernimiento vocacional. Por lo que escribe que «la prioridad de la pastoral vocacional debe ser no la eficiencia, sino la atención al discernimiento». Razón por la cual pide que se arroje luz sobre las «potencialidades» más que sobre los límites. Además, invita a que se «privilegie» el camino de la escucha porque, como escribe el Pontífice, «quienes están comprometidos en la misión de acompañamiento vocacional deben tener pasión para ocuparse de vidas que son como cofres que contienen un tesoro valioso, por lo que se debe tener gran respeto, buscando la felicidad de cuantos han sido encomendados a su atención».
Además, el Papa Francisco hizo propias las palabras de Benedicto XVI acerca del profundo extravío que vive la juventud de hoy. De ahí que, para ser creíbles, sea necesario «privilegiar la vía de la escucha» y «saber perder el tiempo» a la hora de acoger los interrogantes y los deseos de los jóvenes.
En cuanto al hecho de «ser una misión permanente”, el Pontífice reafirmó que el testimonio solo logra persuadir si se sabe relatar la belleza del hecho de estar enamorados de Dios: «No desorientados por las solicitaciones exteriores, sino reavivar la frescura del primer amor». En una palabra, «sentir no sencillamente que se tiene una misión, sino repetirse a sí mismos: Yo soy una misión, es decir, ser misión permanente». Y esto, naturalmente, «requiere audacia y fantasía, ganas de ir más allá, haciendo memoria de las muchas historias de vocación». Porque, como escribe el Papa, «es el mismo Señor quien invita a los llamados a no tener miedo de salir de sí mismos para convertirse en don para los demás; ir más allá de los temores que paralizan el deseo de bien, con la infinita paciencia de volver a comenzar». De este modo, aseveró que se necesita una pastoral «con horizontes amplios» y «con un respiro de comunión para ser centinelas capaces captar la llegada de un nuevo amanecer sin tener miedo de las inevitables lentitudes y resistencias del corazón humano».
El Pontífice concluyó su discurso a los participantes en el congreso organizado por la oficina nacional para la pastoral vocacional de la Conferencia Episcopal Italiana asegurándoles su oración por todos ellos, a la vez que les pidió, «por favor», que no se olviden de rezar por él.