La organización católica los Caballeros de Colón, que engloba a más de un millón de católicos en Estados Unidos, ha galardonado al padre Gerard Hammond, de los misioneros de Maryknoll, con el premio Gaudium et Spes, por su labor de ayuda a Corea del Norte. El religioso ha hecho más de 50 viajes a este país, quizás el más cerrado y aislado del mundo, para llevar ayuda médica humanitaria. Durante el viaje apostólico que realizó el Papa Francisco a Corea, en agosto del 2014, el Santo Padre se reunió con él y le agradeció personalmente su labor.
Gerard Hammond, que ha sido misionero en Corea del Sur desde 1960, hizo su primer viaje a la vecina Corea del Norte en 1995. El padre Hammond recibió ayuda en su tarea de la Eugene Bell Foundation, con lo que pudo llevar medicinas a los pacientes de tuberculosis norcoreanos.
Según explican en la página web de los Caballeros de Colón, «el premio Gaudium et Spes se otorga en especiales circunstancias y sólo a personas con excepcionales mérito». De hecho, el primero fue otorgado en 1992 a la Madre Teresa de Calcuta. El premio, que el padre Hammon recibirá en San Luis, Estados Unidos, el uno de agosto está dotado con 100.000 dólares.
Desde que en 1953 acabara la guerra de Corea, en el Norte, no se ha permitido la presencia de ningún sacerdote católico y se prohíbe cualquier actividad religiosa. Aún así, uno de los pocos extranjeros que ha logrado entrar en este país ha sido el misionero de Maryknoll, a pesar de ser ciudadano del enemigo declarado del régimen norcoreano, Estados Unidos. El gobierno admite la entrada a Hammond y a sus compañeros, misioneros católicos y protestantes, apoyado por la fundación Eugene Bell, «porque hacemos que la gente se vuelva a incorporar a la fuerza de trabajo», decía él mismo. Y es que curan a más del 70% de sus pacientes, en comparación con el promedio de curación mundial que es de sólo el 48%.
El padre Hammond, que es además el superior provincial de los Misioneros de Maryknoll en Corea, considera que atravesar la zona desmilitarizada entre las dos Coreas no sólo es una oportunidad para ayudar a los más necesitados, sino también una «experiencia espiritual». De hecho, según cuentan quienes le conocen, cuando describe el momento de tomar una muestra de esputo de un paciente de tuberculosis – precisamente el momento más contagioso – parece que hablara de un sacramento. No puede hablarles de Dios, ni de nada, porque las conversaciones están restringidas, pero él considera que todo lo hace como un testigo silencioso, formando parte de un apostolado que es presencia.